PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:
Es natural que cualquier persona desee controlar su propia vida. Normalmente dependemos de nuestros propios esfuerzos para lograr todo lo que podamos. Mientras que muchas personas dedican sus vidas a buscar ese control, otros tienen un temor enfermizo de perder el control. Este dilema humano encuentra una respuesta solamente en Dios. Él desea que le des a él, tu Creador y Redentor, el control total. Él te conoce y te ama como ningún otro puede; y esto abre la puerta para que obre en tu vida.
Al elegir someter tu voluntad a la dirección del Espíritu Santo de Dios, tendrás su paz sobrenatural e incontables oportunidades de ser una bendición para los demás. Sin embargo, necesitamos el deseo de este poder en nuestra vida. Dios no fuerza a nadie; para ser seres morales, necesitamos ser seres libres. Y, a fin de ser verdaderamente libres en Cristo, necesitamos un sentido de abandono (el de desear abandonar nuestros antiguos caminos pecaminosos y caídos) y un sentido de permanencia (el de permanecer en el poder del Espíritu Santo). A fin de ser verdaderamente libres, debemos estar completamente entregados al control del Espíritu Santo. Y aquí no hay contradicción; nuestra libertad se halla en la liberación de la condenación y del poder del pecado, que siempre nos esclaviza y nos lleva a la muerte. Más bien, al entregarnos al Señor y al abrirle paso a la presencia del Espíritu Santo en nuestra vida, no solamente estaremos sin condenación (ver Rom. 8:1), sino también viviremos una vida no “conforme a la carne, sino conforme al Espíritu”. Siendo seres pecadores y caídos, esa es la única libertad verdadera a la que podemos acceder.
PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
1. Algunas personas piensan que la libertad consiste en poder hacer lo que uno quiera, cuando quiera y de la manera que lo quiera. ¿Cuál es el problema con ese concepto, desde una perspectiva cristiana? ¿Cuál es la idea bíblica de la verdadera libertad? (Ver Sal. 119:45; Luc. 4:18; Juan 8:34-36; 2 Cor. 3:17; Gál. 5:1.)
2. ¿Por qué es importante poner el yo de lado y consagrar nuestra vida enteramente a Dios antes de que el Espíritu Santo pueda obrar poderosamente a través de nosotros? Si colocas tu yo de lado y abres tu corazón a la obra del Espíritu Santo, ¿qué podría hacer Dios en ti que haría que fueras una bendición mayor para los demás?
3. “La vida del cristiano no es una modificación o mejora de la antigua, sino una transformación de la naturaleza. Se produce una muerte al yo y al pecado, y una vida enteramente nueva. Este cambio puede ser efectuado únicamente por la obra eficaz del Espíritu Santo” (DTG 143). Comenta en la clase las implicaciones de estas palabras.
4. Compara la evidencia de una vida centrada en el yo con una vida llena del Espíritu (ver el cuadro del jueves). Comenta con los miembros de tu clase de Escuela Sabática cuál podría ser para nosotros la mayor bendición de una vida llena del Espíritu. Reavivados por su Palabra: Hoy, Salmo 95 – Durante esta semana, PR cap. 5.